Bilbao Estella. Un paseo por la Vía Verde del Ferrocarril
Vasco Navarro
Primera etapa: Bilbao – Amurrio. 33,75 kms.
Todavía es de noche cuando
espero el metro en Leioa, y como siempre en estas situaciones me pregunto
¿Quién me ha mandado a mí meterme en esto? ¿Qué se me ha perdido a mi camino de
Estella? Van a ser cuatro días muy duros y muy largos. Alrededor 140 kms., gran
parte de ellos cuesta arriba, y con previsiblemente, mal tiempo: frío, agua,
lluvia, viento ¿nieve? Ya lo veremos. Lo que seguramente no veré será el sol…
Además esta vez no he
entrenado lo suficiente. Lo sé y eso me produce cierta inseguridad, ¿Seré capaz
de terminar?
Perdido en estas
divagaciones llega el tren. Me mira todo el mundo, lo que no es extraño, pues
voy medio disfrazado con la ropa de correr en medio de un vagón de sufridos
emigrantes de ida y vuelta diaria al trabajo, un martes (lunes a los efectos) 2
de enero a las 8:00 de la mañana…
Antes de darme cuenta llego
a Bilbao y tengo la primera vista del Guggenheim, punto emblemático elegido
para dar comienzo a esta singladura terrestre.
A las 8:30 empiezo a correr
desde la araña del Guggenheim. Está amaneciendo pero todavía le cuesta arrancar
al día. Casi tanto como a mí. Me dirijo hacia el Casco Viejo por la orilla de
la ría. Paso junto a la pasarela Zubizuri y hago la foto de rigor.
Me despido
del ayuntamiento. Llego al Arenal, y en un suspiro ya estoy cruzando el Puente
de San Antón y tomo la dirección de la Peña, buscando la salida de Bilbao hacia
Arrigorriaga. En Zamakola me despisto y sigo adelante, cuando tenía que haber
cogido una desviación anterior. Da rabia, pues supone desandar lo andado y
hacer kilómetros en balde, ¡como si no fuera suficiente con los que ya tengo
por delante!
Tras 5 kms recorridos desde
el inicio salgo de Bilbao por la Bi- 3723, con la autovía a mi derecha y un
gran parque a la izquierda, siempre cuesta arriba. Ha amanecido completamente, el
tiempo no es malo y la carretera por la que voy no tiene apenas tráfico. Me
siento optimista y me detengo de vez en cuando para sacar alguna foto.
Mantengo un ritmo lento (por
encima de 6:30) que me permite ir subiendo cómodamente. En un momento concreto
atravieso un puente por encima de la autovía que me lleva al Consorcio de
Aguas, en Venta Alta. Resulta curioso correr por un paisaje que veo diariamente
desde la comodidad del autobús. Se corre bien por aquí, pues la carretera no
tiene apenas tráfico, y además hay un bidegorri igualmente solitario. Y si
quiero puedo elegir correr por la acera, que tampoco está muy abarrotada. Me
decido por el bidegorri y la cuesta abajo me aligera el avance. En muy poco
tiempo vuelvo a cruzar por encima de la autovía y llego a Arrigorriaga, uno de
los hitos del día. Aquí tendré que tener cuidado para no despistarme y elegir mal
las calles por las que atravesaré la población hasta llegar a la salida que me
corresponde. No es difícil acertar, pero por si acaso llevo todos los cambios
de dirección del día apuntados en una hoja de papel que saco continuamente del
bolsillo derecho de la mochila para hacer las oportunas comprobaciones.
Pero no me pierdo y
enseguida llego a Miraballes, donde me pita un coche y ¡mira tu por donde¡
aparece mi amigo Joseba, que anda trabajando por ahí. Cuando le cuento lo que
estoy haciendo se le quedan lo ojos a cuadros. Me alegro mucho de verle y sus ánimos me alisan unos cuantos kilómetros.
Siempre con el río a mi izquierda llego a Arrankudiaga por donde avanzo dejando
el río a mi izquierda y contemplando los cuidados caserios de la zona.
Y en nada estoy en Laudio.
Buen sitio para parar a descansar (¡ya llevo alrededor de 26 kms.!) y a comer
algo (Un gel y unos frutos secos. No era para tirar cohetes) que me sienta de
maravilla. También me sienta bien saber que ya queda poquito…
Al salir de Laudio dejo la
carretera y me meto por un camino / bidegorri, que serpentea paralelo al río y
que me llevará hasta un kilómetro de Amurrio. Saco bastantes fotos (alguna
hasta bonita…) y dejándome ir alcanzo la meta del día y la primera de las
cuatro hasta Estella, destino final.
No acabo muy cansado y se me
ha hecho corto, pero han sido más de 33 kms con bastante desnivel positivo (+475 metros). Mientras
espero a Sara, que me viene a buscar en coche pienso, ¿cómo será mañana?
Segunda etapa: Amurrio –
Vitoria. 37 kms.
Ha sido una etapa solitaria.
Fría. Lluviosa. Ventosa. Oscura. “Cuestosa”. O sea, que me ha encantado, como
no podía ser de otra manera.
A las 7:30 horas cogemos el
coche en Leioa. Sara me hace otra vez de sufrida taxista. Me deja a la salida
de Amurrio dirección Vitoria nos ponemos en marcha, no sin cierta aprensión: es
de noche, hace frío…
Eso pienso yo: es de noche,
hace frío, y me esperan casi 40 kms, muchos de los cuales serán cuesta arriba.
Como siempre lo más difícil es el primer paso. En este caso también el segundo
y el tercero y el cuarto y… Empieza a llover y la carretera se empina según
salgo. No da tregua. ¿Qué hago aquí? Pero poco a poco va amaneciendo y yo voy
renaciendo.
En la primera hora, hago
poco más de 8 kms, por una carretera estrecha, siempre cuesta arriba y llego a
la altura de la AP 68, que mantengo un tiempo a mi izquierda, todavía sin
cruzarla. Nunca había venido por aquí, aunque lo veo todos los días desde el
autobús. Es una zona boscosa, preciosa cuando se viste de los colores del
otoño, y un tanto sombría en el invierno. No se ve nadie, y se pueden contar
con los dedos de un manco los coches con los que me cruzo o que me adelantan.
Sobre el km 14 de etapa y
tras haber subido 300
metros de desnivel, cruzo la AP 68 por una pasarela de
la que no suelo ser consciente de su existencia cuando voy en autobús, y por la
carretera vieja de Altube, me dirijo al pueblo de mismo nombre. Estoy ya por
encima de los 600 metros
de altitud, disfrutando de las vistas que me ofrece a mi izquierda el parque
natural del Gorbeia. Me siento bien. No llueve y tengo la sensación de que he
completado la parte más dura del día (está claro que soy un optimista, pues lo
que me queda todavía no es desdeñable).
Ahora tocan 5 kms de
precioso paisaje, que incluyen los pueblos de Ametzaga y Murgia. Parte de ellos
cuesta abajo, lo que me alegra todavía más el ánimo. Ya llevo 20 kms, más de la
mitad de lo previsto, y lo peor ya está¡¡
Sin embargo no todo es tan
fácil, pues a partir de ahora toca ir buscando el camino. De hecho no es
sencillo ir de Murgia a Vitoria si no es por la autovía. En los días previos después
de estudiar la ruta en coche y no terminaba de decidirme, pues en principio
había optado por la derecha desde Murgia, pero ¡me perdí!, y eso que iba
motorizado. Lo que no me apetecía era perderme cuando lo iba a hacer corriendo,
así que me dediqué a buscar caminos con el Google Maps, y encontré una ruta
que, por lo menos, en las fotos del satélite, no tenía mala pinta.
Salgo de Murgia y en dos kilómetros
atravieso la autovía por debajo. Desde aquí voy poco a poco subiendo hasta
Aiurdin. El paisaje es realmente bonito y parece que quiere salir el sol
(quiere pero no le dejan). Alcanzo la altitud máxima de la etapa (680) metros y
contemplo la salida del túnel de Aiurdin. Me lanzo cuesta abajo y pienso lo
bien que se va cuesta abajo después de tantos kilómetros de subida. En el
kilómetro 25 de etapa vuelvo a cruzar la autovía y llego a las afueras de
Zaitegi, donde un burro me mira como los burros miran al tren (o ¿eran las
vacas?) y hablo con Arturo por teléfono. Curiosa sensación, voy corriendo y
hablando a la vez. Lo cierto es que llevo un ritmo vivo en este momento, más
que lo que me saldrá en el total de la etapa (6:20 minutos por kilómetro). Antes
de darme cuenta vuelvo a cruzar la autovía dirección Letona. En este pueblo se
acaba la carretera y me dirijo a Vitoria por un camino agrícola / forestal,
algo embarrado pero agradable para correr. El siguiente hito es Apodaka donde
ya se puede “oler” Vitoria. Estoy en el kilómetro 31. A la salida del pueblo
vuelvo a coger un camino que me lleva hasta otro cruce a la autovía (el último)
por una pasarela nueva (de hecho no se veía en los mapas pero sí en las fotos
de satélite), que me sitúa justo encima del parque comercial Gorbeia.
A partir de aquí, pese a que
queda poco para terminar, me empiezan a pesar los kilómetros y me cuesta cada
vez más. Para rematar comienza de nuevo a llover, y esta vez con más fuerza,
pero con la determinación que da el saber que estoy llegando. Ya veo Abetxuko,
primer barrio de Vitoria y meta del día. Llego en 3 horas y 57 minutos (sin
contar las paradas, claro). Han sido más de 37 kilómetros.
Con Marimar, compañera de
trabajo que ha venido por si necesitaba algo en el final de etapa, voy en
tranvía hasta la parada de autobús. La sensación es curiosa: he tardado 2 días
en completar lo que cada día me lleva una hora, y por otra parte pienso que he
sido capaz de venir corriendo hasta Vitoria. Estoy orgulloso. Todo esto voy
pensando mientras bajo a Vitoria. Qué poco se tarda en autobús. Cuánto se tarda
corriendo ¿Qué prefiero? Corriendo sin duda. No es operativo para viajar, pero
si en un viaje lo más bonito es el trayecto, no el destino, corriendo (o
andando) es como más se disfruta y se vive el camino.
Tercera etapa: Vitoria –
Santa Cruz de Campezo. 40,69 kms
Esta es la etapa más larga
de las cuatro, con 40 kms. Tiene una fuerte ascensión en su parte central (se
alcanzan los 900 metros
de altitud) y transcurre prácticamente en su totalidad por la Vía Verde del
ferrocarril Vasco Navarro.
La primera dificultad es
alcanzar la salida. Me “transmuto” hasta Vitoria en el autobús de línea, con el
madrugón habitual, y con la mochila cargada para dos días, pues dormiré en
Santa Cruz de Campezo, en la casa rural
de Ibernalo. En la estación de autobuses de Vitoria me esperan Marimar y su
marido Alberto, quienes me llevan hasta el inicio de la ruta, en las afueras de
Vitoria.
El día es raro. Hace frío
pero está bastante despejado. Muchísimo viento, tanto que Marimar y Alberto,
que me iban a acompañar en bicicleta, deciden no cogerla e irán en coche a
Santa Cruz de Campezo.
Pues empiezo a correr a las
10 de la mañana. Mañana luminosa y como he dicho ventosa. El camino es muy
adecuado para correr, amplias vistas de la llanada alavesa, salpicada de
pueblecitos, con los campos en barbecho. De vez en cuando un pequeño puente
para salvar la carretera. En poco más de un kilómetro llego a la antigua estación
de Otazu y según miro hacia atrás
(también hay que mirar hacia atrás para ver lo que se deja y lo lejos que esta
el inicio) me doy cuenta que el cielo se está oscureciendo. Amenaza tormenta, o
temporal o como mínimo buenos chaparrones. 3 kilómetros más y
aparece ante mi vista la estación de Aberasturi, y tras un discreto ascenso la
de Andollu.
Enseguida el primer túnel, el de Troconiz, corto y sin iluminar. Lo
atravieso valiente. Pan comido. Un poni me saluda a pasar mirándome como los
ponis miran al tren (¿o eran los burros los que miraban al tren?)
El camino sigue hacia
arriba, con largas rectas, atravesado de vez en cuando por alguna pasarela
superior, a veces entre trincheras (que cuando el tren circulaba daban sus
quebraderos de cabeza por la nieve en invierno), a veces cortando los campos de
la llanada alavesa. Campos que en estas fechas están terrosos, aunque aseguran
que en verano los pueblan los cereales no termino de creerlo.
Sobre el kilómetro 15 llego
al área recreativa de la estación de Ullibarri-Jauregi. Solo queda en pie la
central eléctrica de Rotalde, pues la estación fue demolida, pero es un sitio
agradable para hacer un alto en el camino. Aprovecho para sacudir el
chubasquero, ya mojado y para estudiar el camino a partir de ahora. En breve,
de haber seguido el camino su estructura original, tendría que atravesar el túnel
de Laminoria, de más de 2 Km.
de longitud, siendo, por tanto el más largo de la vía, pero debido a varios
desprendimientos se volvió peligroso y lo inundaron, para evitar su paso.
La alternativa al túnel es
un camino / pista que asciende por la montaña atravesando un precioso bosque
que en el otoño alavés debe ser impresionante (Deberes: volver para
comprobarlo). En el “precioso” invierno alavés no lo es tanto. Sobre todo si
llueve, se echa la niebla, hace frío, o sea, como está ahora.…. Cuanta queja¡¡
La verdad es que me gustó mucho. La subida es fuerte, pues se alcanzan los 900 metros de altitud en
pocos kilómetros, pero el recorrido merece la pena. Arriba no es difícil
perderse (doy fe). En algún momento el camino correcto es el que no lo parece,
así que aconsejo estudiar bien la ruta en el mapa y anotar los puntos
conflictivos. De todas formas seguro que hay alguien a quién preguntar, salvo
que vayas el 4 de enero como uno que yo se. Cuidado con la cobertura del móvil,
por lo menos yo no tenía.
Tras 10 kilómetros de
enlace llego otra vez a la vía verde, ya con 25 Km. en las piernas, pero
tranquilo, porque por lo menos el camino es claro a partir de aquí y por que
sólo me quedan 15. El tiempo es cada vez peor.
Un cartel señala Maeztu a 2,5
kms. En Maeztu pienso parar para comer unos cereales y un gel. Además
aprovecharé para sacudir la capa de agua (Comprada en los chinos a 1 euro. Vale
su peso en oro) que hace rato que me cubre por completo. En estos momentos el
diluvio es casi universal. Llueve tanto que no se si cae de arriba abajo o de
abajo a arriba. Por lo menos me encuentro con un túnel iluminado de 900 metros de longitud
que me permite no mojarme durante un rato. Como todo el trayecto hasta ahora,
lo hago sólo. No me cruzo con nadie. Y llego a Maeztu. Toca comer.
Tras reponer fuerzas me
vuelvo a poner en marcha. Marimar y Alberto me están esperando a la salida de
Maeztu con un termo de café con leche. Se lo agradezco pero no lo tomo porque
los experimentos me suelen sentar mal. Me comenta que cuando han pasado ellos
por la carretera alternativa al túnel de Laminoria, estaba nevando. ¡De buena
me he librado! Me gusta la nieve, pero hoy no, gracias. Les dejo y me voy. Los
volveré a ver en Santa Cruz de Campezo
La compañía me anima y a
partir de aquí voy cada vez mejor. Llevo un ritmo muy bueno. Está parando de
llover y me queda menos. Además desde el kilómetro 20 voy siempre cuesta abajo.
Atravieso otro túnel, aunque no tan largo como el anterior. El río me acompaña
ofreciéndome bonitas fotos que no dudo en pararme para sacar. Es lo que me
gusta, correr así, parándome las veces que quiera, a sacar fotos o descansar.
Lo que no hago es andar. Si estoy cansado de correr me paro y descanso, pero
luego sigo corriendo. En eso consiste mi “reto”, en viajar corriendo. En 2012
fue de Leioa a Caminayo. Este año de Bilbao a Estella. ¿El año que viene…? En estas disquisiciones me planto en Antoñana,
kilómetro 35 de etapa, sin darme cuenta. Poco queda.
En Antoñana hay un centro de
interpretación de la Vía Verde de Ferrocarril Vasco Navarro, pero está cerrado
y no puedo verlo. Sin embargo lo verdaderamente bonito es el pueblo en sí. Desde
la Vía, se ve impresionante con su “muralla” habitada. Totalmente recomendable
la excursión, como es totalmente recomendable la Vía del Ferrocarril Vasco
Navarro, por cierto.
Y en cuatro horas, por
supuesto sin contar las paradas, llego a Santa Cruz de Campezo, donde finalizo
la etapa. Han sido cerca de 41 kilómetros, pero no estoy muy cansado. La
vía me ha gustado más de lo que esperaba, y eso que me había documentado
bastante y las expectativas eran altas.
Marimar y Alberto me llevan
a la casa rural, algo alejada del pueblo, donde damos cuenta los tres un menú
de alto contenido calórico, como se dice ahora, y que me sienta de maravilla.
Paso la tarde descansando, y
secando la ropa, zapatillas, etc. Mañana último día.
Cuarta etapa: Santa Cruz de
Campezo.- Estella. 30 kms
Hoy acabo.
Cuando me levanto hace frío
y todavía es de noche. Para qué me voy a engañar: no tengo muchas ganas de
ponerme a correr. Me dirijo andando al punto donde finalicé ayer la etapa, y
poco a poco voy entrando en calor. Atravieso el pueblo y me miran “raro”. No se
porqué será.
Comienzo a correr. En poco
más de 2 kilómetros
entro en Navarra y en seguida llego a la ruinosa estación de Zuñiga. La
siguiente, a 6 kms, será la de Acedo, pero en medio se encuentra el
impresionante viaducto de Arquijas, y tras él, el túnel de Acedo, el principal
hito del día. Se trata de un túnel de 1.500 metros de largo
que se ilumina mediante un sistema de acercamiento. Al inicio del túnel se
pulsa un botón y se ilumina una sección de unos 50 metros, según vas
finalizando ese tramo se ilumina el siguiente, y así hasta el final.
No negaré que me da cierto
repelús meterme en un túnel tan largo yo sólo, pero la alternativa es un montón
de kilómetros por carretera. Además he visto unos cuantos videos en Youtube y se lo que me voy a encontrar.
Bueno, cuando llegue
llegará, y mientras tanto disfruto del paisaje, realmente espectacular. Me paro
en el viaducto y leo su historia en el cartel indicador. Son 160 metros de largo y
una caída de casi 30
metros en su punto más alto. Se construyó en 1925, costando
casi 300.000 pesetas de la época. (Pensamiento off topic: cuando inventen la
máquina del tiempo me apuntaré al pasado, que será más rentable económicamente,
¡con 2000 euros te haces un viaducto elegante!).
Sigo hasta la entrada del
túnel y desde lejos veo que hay un letrero informativo. Me mosqueo. Cuando lo
puedo leer me entra un cabreo monumental. “Peligro. Túnel sin luz por robo de
la iluminación” El que ha puesto este cartel se habrá quedado tranquilo, pero a
mi se me queda la cara de tonto. ¿Se cree que con avisar de esta manera es
suficiente? Señores responsables de la Vía Verde del Ferrocarril Vasco Navarro
en la zona de Navarra: MUY MAL. Esto se avisa. En la era de Internet hay medios
para dar a conocer una noticia como esta.
Enfadado pero con un
problema. No puedo (no quiero) volver y no se me ha ocurrido traer un frontal
de luz (todo pesa cuando se lleva encima corriendo). No quiero utilizar el
teléfono como linterna por miedo a quedarme sin batería. Son 1500 metros bastante
rectos. Tardaré alrededor de 9 minutos, o sea, 2 canciones.
Así que pongo a tope el
volumen de la música y empiezo a correr. Según me adentro en el túnel toda mi
visión se reduce a un punto de luz que veo al final y que no crece nunca. En un
momento me golpeo con la pared. Sin darme cuenta me he desviado. Pongo los
brazos en cruz y sigo adelante con cuidado. Miro hacia atrás y sólo veo otro
punto de luz igual de pequeño que el que tengo delante. Es curioso, no tengo
miedo, ¿será por el enfado? Como se que son emociones incompatibles, me decido
a explotar esta variable.
En fin, el tiempo pasa
rápido, y antes de darme cuenta, el punto de luz crece. Llego a la otra boca
del túnel pero han sido 10 minutos que espero no tener que volver a repetir
nunca. Lo curioso es que la iluminación de este lado del túnel sí que funciona
cuando aprieto el botón. Han robado los cables, pero no todo.
Continúo corriendo hasta
Acedo. Llueve de vez en cuando pero la temperatura no es mala y como el camino
tira hacia abajo llevo un buen ritmo. En este pueblo la información sobre la
vía es confusa, y lógicamente, cojo el camino equivocado. La tecnología móvil y
el proverbial GPS me sitúan de nuevo en el camino adecuado, no sin haber pasado
un pelín de agobio. Por cierto, cuando más perdido estaba me he encontrado con unas vacas que me miraban como los ponis miran al tren. ¿o eran los burros los que miraban al tren?
En el kilómetro 15 se encuentra Ancín, punto medio de la
etapa. En el 18 Murieta, que cuenta con una de las estaciones más bonitas de
toda la vía.
En el 20 finaliza la Vía
Verde y a partir de aquí corro por el arcén de la carretera pero después de
tantos kilómetros de camino es una novedad, que no me disgusta, y que me
permite acelerar el ritmo. Después de 4 días corriendo es hoy cuando más rápido
voy.
Empiezo a ver cerca el final
de etapa y el final del viaje, y como es de esperar me embarga un doble
sentimiento. Quiero llegar a Estella y completar mi “reto”. No quiero llegar a
Estella y terminar el viaje. Como se ve soy un poco indeciso..
Kilómetro 27: Zubielqui. Ya
no queda nada.
Kilómetro 29: Estella. Ahora
sí que no queda nada. Ya he llegado. Hoy han sido 29 kilómetros en 2
horas y 39 minutos, lo que supone un rápido
ritmo de 5:30 minutos por kilómetro.
Si le pregunto al teléfono me dice que en 2 horas estoy en casa...
Otro reto conseguido. No tan
bestia como el Leioa – Caminayo, pero tampoco está mal. 140 kilómetros en 4
días. Como no puede ser de otra manera, estoy orgulloso y feliz. Así se lo
transmito a la familia por teléfono mientras me dirijo, andando ¡claro! a la
estación de autobuses para volver a casa. (27/10/2013)
El año que viene más y mejor